miércoles, 1 de enero de 2014

¿Qué aprendo de mi ciudad?

Clásica pintura sobre la fundación de mi ciudad por don Pedro de Valdivia.
Nota: El presente texto lo escribí hace unas semana atrás para concursar por una pasantía ofrecida a los profesores por Fundación Futuro.  Lamentablemente no la gané, pero igual hoy la comporto con ustedes.
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    Toda mi vida he sido santiaguino; así como es  nunca en mis casi cuatro décadas de existencia me he cambiado de casa, de modo que gran parte de mi deambular existencial ha sido a través de estas calles, avenidas, pasajes y plazas, que ha medida que pasa el tiempo van cobrando significancia para mi persona. 
    Mi papá era comerciante de oficio y cuando niño me gustaba acompañarlo a comprar la mercadería a Estación Central (sólo en ocasiones extraordinarias íbamos a Mapocho, llegando hasta el barrio de Patronato, que con sus particulares tiendas cosmopolitas me hacía imaginarme en otras tierras…). Eso era lo que conocía de mi ciudad hasta que entré a los 18 años a la universidad, en las ya “míticas” dependencias del ExPedagógico (hoy llamado Universidad Metropolitana de la Educación, pero aún nominado por casi todos  de la otra forma)  en Macul.  En la época pretérita a mi vida universitaria, mis dominios se extendía sólo hasta el Paseo Ahumada (lugar donde igual me perdía a veces cuando quería ir a los cines), en Santiago Centro; también frecuentaba San Diego, donde me volvía loco comprando libros en sus múltiples tiendas dedicadas al fino arte de la venta de ideas, conocimientos y fantasías; asimismo ubicaba una minúscula parte de Maipú, pues mi madrina vivía allí; también algo de La Florida, pues mi profesora de entonces del ramo de “castellano” era de allá y me gustaba visitarla de vez en cuando.  Con ese reducido mundo era feliz, pero cuando entré a la vida adulta, aún como estudiante eso sí, descubrí que la ciudad era mucho más grande que mi reducida noción de ella.   De ese modo es que me tocó vagar por sus numerosas comunas y poco a poco el mundo se me fue ensanchando y llenando de colores e historias.  Descubrí Providencia, Conchalí, Peñaflor y Puente Alto, Independencia, Renca y Lo Prado, San Joaquín y Quinta Normal.  Supe de sitios que hace tiempo estaban acá y que formaban parte de la historia de nuestro pueblo como ciudadanos de esta ciudad, que hace casi cinco siglos fundó don Pedro de Valdivia.
    Hay muchos lugares para visitar: algunos son edificios que han sido protagonistas y testigos del pasar de los años, las décadas y los siglos, de la evolución de esta nación que ahora en la segunda década del siglo XXI todavía tiene mucho que demostrar al resto del orbe con sus gentes, rarezas y bellezas.  Tenemos lugares naturales que nos pueden decir mucho acerca de quiénes fuimos como pueblo y quiénes somos hoy en día; nos pueden contar acerca de los hijos ilustres que dieron estas tierras y de las historias públicas y privadas que se cuentan las gentes, no siendo siempre todas ellas registradas para la posteridad.  Tomemos por ejemplo los Cerros Santa Lucía y el San Cristóbal, pues cada uno de ellos forma parte del paisaje urbano desde que esta metrópolis se formó al alero de los colonizadores españoles; sus nombres de santos hablan de nuestra sangre mestiza y con los años las construcciones que se han ido agregando a estos grandes pedazos de tierra y piedras han ido señalando cómo ha ido creciendo la ciudad.  Cerca de estos dos cerros se encuentra el Río Mapocho, tan importante en los tiempos de la colonia, como todavía significativo en esta época para nosotros, y que en ocasiones se ha desbordado con las lluvias, mostrando una cara menos benévola de lo que significa vivir en Santiago durante los meses de invierno.  En el otro extremo de la ciudad nos encontramos con un paisaje bastante diferente, el llamado Cajón del Maipo y sus alrededores; en este sitio que colinda con la precordillera podemos encontrar vestigios de un mundo antiguo, prehistórico (a su vez de ese modo, a pocos kilómetros, es posible respirar aire puro y así escapar de tanto edificio, casa y mall, que en ocasiones pareciera que más que modernizar la ciudad, la afean).  Aún nos quedan abundantes áreas verdes…¿Pero qué pasará cuándo la población siga creciendo? No vayamos a talar los bellos árboles del Forestal y Plaza Italia, no vayamos a sepultar sus verdes prados con el gris cemento, por el simple gusto de ensanchar más de la cuenta las redes ciudadanas santiaguinas.
    Hay lugares de “culto” por acá, sitios en los cuales tanto ciudadanos como extranjeros visitan con frecuencia porque a su manera poseen un encanto particular que los hace únicos; no me refiero en este caso a los bellos y casi sublimes construcciones como el Museo de Bellas Artes y el Diego Portales, hoy llamado GAM (Gabriela Mistral); tampoco es mi intención mencionar la Torre Entel y el Aeropuerto Arturo Merino Benítez (donde por obligación tienen que llegar todos los turistas que proceden vía aérea a nuestras tierras). Tampoco me refiero a emplazamientos tales como los consabidos Gruta de Lourdes (una imitación chilensis de un famoso santuario francés en honor a la Virgen María), el Templo de Maipú y el Parque O´Higgins.  No, estoy hablando de lugares tales como el Persa Bío Bío, donde puedes encontrar las cosas más inauditas y “top” a precio de ganga; también me refiero al Santiago Guachaca, en el que locales como el Hoyo, La Piojera y el ahora extinto 77 son fuentes de tantas juergas y fabulaciones, que bien podrían llenar páginas y páginas propias con la más sorprendes narraciones bohemias de estos tiempos.
    Quien no conoce su ciudad, no sabe acerca del proceso histórico por el que ha pasado la tierra que pisa…¿Sabías que por años hubo un famoso prostíbulo lleno de travestis, quienes alegraban con sus shows las noches santiaguinas al amparo de la Tía Carlina? ¿Tenías idea que el Estadio Nacional, lugar donde hoy en día se juegan importantes partidos de fútbol y se realizan internacionales conciertos, fue apenas se dio el Golpe Militar de Pinochet, un centro de detención y tortura para los “enemigos” del nuevo régimen? ¿Quién recuerda las llamadas “casitas”, esas tremendas construcciones de madera, tipo laberinto, que se erguían en los pastos del ya mencionado Parque O´Higgins?  ¿Sabías de los rumores acerca de que penan en la Biblioteca Nacional? En San Borja, Estación Central, hay una “animita”, una casita hecha en conmemoración a un muerto de esa zona, Romualdito le llaman, a quien le piden favores los devotos y le prenden velas y agradecen sus atenciones con pequeñas placas conmemorativas…¿Quién sabe su historia? Cada edificio, cada terreno de esta ciudad llamada originalmente Santiago del Nuevo Extremo, tiene algo que contarnos.  Tan sólo hay que saber hurgar, hacer las preguntas adecuadas y verás cómo tus conocimientos van enriqueciéndose con datos e historias que en algunas ocasiones no se encuentran documentadas de manera oficial; sin embargo hoy en día se ha visto como signo de madurez nacional, el nacimiento del gusto por hablar de todas estas cosas, ya que los santiaguinos y el resto de los chilenos merecemos hacernos partícipe de la herencia cultural que nos han legado nuestros antepasados (incluso los que todavía siguen con nosotros, pero que llegaron antes a este mundo, razón por la cual pueden enseñarnos tantas cosas).
    Todo eso y más aún he aprendido de mi ciudad ¿Y tú qué me puedes contar al respecto?

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